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lunes, 22 de junio de 2015

Perros en el Monasterio de Piedra.



Llega el veranito y por fin, podemos aplaudir y alegrarnos de que en España, los lugares más bonitos, se van poniendo las pilas y nos dejan vía libre para entrar con nuestros humanos, sobre todo, porque a veces es difícil coordinar un viaje en el que humanos, cachorros de humano y peludos podamos disfrutar por igual. Un caso claro es el Monasterio de Piedra, en Nuévalos, un pueblecito súper lindo de Zaragoza.
Se trata de un recinto muy amplio con un monasterio, un hotel, un spa y un precioso y enorme jardín, donde los perreces podremos pasear con la única condición de llevar nuestra correa. Normalmente estoy en contra de ir atada, pero en ese sitio creo que es una buena idea, porque el recinto está lleno de caminos que llevan a fuentes, algunas con grandes cascadas de agua, y algunos de los senderos pueden ser un poco peligrosos para nosotros. De hecho, el camino sigue a través de grutas con escaleras que dan un poquito de miedo. Yo es que tengo vértigo y en un punto del recorrido me tuvo que coger mi humana en brazos… ella con u vértigo también, para que pudiese bajar y seguir andando. Nada grave, pero creo que si no hubiera tenido la correa en ese momento, me habría dado la vuelta y me hubiera vuelto a casa a pata galope. El paisaje fue precioso. Eso sí, hay que reconocerlo. Me encantó.
Además, hay un monasterio que, por lo visto, se construyó como fortaleza defensiva de los musulmanes y el rey Alfonso II de Aragón se lo regaló a la Orden del Cister. Los monjes cogieron las piedras de la muralla y del castillo y con eso se construyeron el monasterio en cosa de 23 años.  Y después se quedaron allí durante 700 años. Actualmente es privado. Yo no sé de quién es, pero lo tiene todo precioso y súper limpio. Al menos el jardín. El monasterio en sí, yo no pude verlo porque los perreces no entramos ni ahí ni en el spa. En el hotel sí. Claro.
De todas formas, no me importa demasiado, porque a mí el arte… si no me dejan olerlo de cerca, no lo disfruto igual.
 Me quedo con el parque natural. Allí había lagos, senderos y lo que me dijeron que era la cascada más larga de España… yo bebí de esa agua. También había grutas y el recorrido del legendario Río Piedra, un vergel. Olí aves rapaces… que no las vi, pero creo que había una exhibición y todo. Lo que sí vi fue la piscifactoría, con un montón de peces de diferentes tamaños. Era como una guardería para peces… qué divertidos. Los cachorros de humano estaban maravillados mirándolos.
Mi humana comentó que había un Museo del vino y otro que contaba la historia del Chocolate… no puedo deciros porque yo no tomo ninguna de las dos cosas. El vino no me gusta y el chocolate dice mi humana que está muy muy malo y que yo no debo comerlo nunca. Y debe tener razón porque los cachorros de humano, cuando lo comen, se ponen perdidos y luego hay que bañarlos. Yo ese paso también me lo salto. Pero la historia es que por lo visto, uno de los primeros monjes del Cister había acompañado a Cortés en sus viajes a México y se había traído las semillas y las bolas de cacao, dando lugar a una intensa tradición gastronómica chocolatera en el monasterio.  Así que a veces pienso que no debe estar tan malo y es sólo que no lo quiere compartir conmigo.
De lo que sí puedo hablar es de la gastronomía, porque eso sí que lo pruebo cuando viajamos. Además de muy bueno, sorprendentemente barato. Así que no os voy a decir cuantísimo comimos. Y lo mejor, todo el mundo me trato maravillosamente bien, eso me gusta y creo que es muy importante que lo sepáis si pensáis ir allí estas vacaciones. En el Monasterio de piedra, los peludos somos bienvenidos.